martes, julio 10, 2007

Correr


Uno siempre tiene un motivo por el cual correr, vas atrasado algún lado, o nuevamente se te escapa la micro. Una vez me preguntaron ¿corres para huir de los problemas? Y esas palabras que se atrincheraron en mi cabeza. Luego de esclarecerla internamente, surgió mi tan esperada respuesta: Cada vez que salgo a romper el asfalto, no huyo, solo práctico el mejor modo de enfrentar mis problemas.

De noche, siempre de noche, es cuando más luz alcanzo. Resguardo mis huesos rotos entre vendas, oculto un doble filo por si fuera víctima de un asalto. Me hago de las zapatillas viejas al Up. A doble polerón me ciño para engruesar la visual. Calentamientos de rutina, ahora me toco la frente con las rodillas, me enorgullezco. Continuo hacia ningún lado, me estiro, reviso de re ojo el espejo, analizo las líneas que están de más, saco cuentas. Odio por un momento las visitas al refrigerador, ya es tarde para lamentarse, asumo.

La puerta se abre, y me hago a la idea de tal vez nunca retornar, cual botella desechable. En el fondo eso espero.

Tres, dos, uno: Se activan los músculos al suelo, de momentos al cielo, avanzo. Voy de nuevo conmigo mismo, pensando en llegar a la meta que aún no esta clara. A la segunda cuadra el grillo del tobillo izquierdo da soltura, cae. Muere un nuevo giro contorsionado, ya es otra esquina menos, según los códigos de la arquitectura. Observo casas diferentes, con familias diferentes, hijas sugerentes, estilos diversos, fotologs, msn, formas de besar, te quiero`s no pronunciados. Me pregunto si en alguna de esas casas estará ella, esa no se quien, la que aún no aparece.
La ausencia de luz se rompe con el tráfico: de sueños, de estupefacientes, de autos. Me encandila el foco de un Suzuki Montero del 2007, se ve tan imponente que podría lanzarme a sus ruedas para tener un final digno de un 4 X 4, pero ese modelo no es negro, no me sirve. Si algún día tomara la decisión de acabar con mi vida, seguro haría algo espectacular, nada de muertes humildes. Prefiero un final desastroso, de pompa y sufrido, lento. Ensuciaría las falsas bocas de los lectores de noticias, con un gran titular sombrío, como el de “Lucía la difunta”, que ahora en la tumba, por primera vez se encuentra boca abajo y con las piernas juntas.

Ya van 6 cuadras, y recapacito. Aún queda tanto por ver, por leer, por escribir. Me resisto a morir sin haber besado a esa mujer arriba de una góndola en Venecia, sin haber bebido por la tarde un café sobre los adoquines Parisinos, y sin que llegué esa noche donde cualquier lugar se convertirá rincón secreto, inmortal e inmutable. Luego de esto, que la vida acabe conmigo, que me abracen las tinieblas o la luz, que se cumpla el destino.

Tropiezo, y vuelvo a la calle, la inercia me lleva 12 cuadras de diferencia, y el amor 5 set arriba. Nunca fui bueno para el deporte, correr no es otro ejercicio más que mental. Recuerdo a Neftalí y su Walking Around: “…Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos, con furia, con olvido…”, si estuviera en el siglo XXI y esbozara mis 24 años, seguro le daría por correr, tendría dinero suficiente para comprarse un notebook, tal vez ordenaría versos en el patio de comidas del mal, se llevaría a casa a un buen ejemplar de “Pelo Laise” y sería un completo desconocido.

Llego a la plaza Miraflores, y con grata ternura re leo, al anciano de todas las noches, ojalá fuera tan fiel como él, hace años que lo veo merodeando entre flores y asientos, va de un lugar a otro, con la mirada perdida, no responde las preguntas de nadie, y nadie, nada le pregunta. Me detengo. Disfrutar sus 2 repetitivas palabras vale la pena, o la alegría. Se cruza un Pullman bus casi desierto, el viejo se activa, y festivo saluda a los viajeros diciendo: “El amor, el amor”, con una pequeña rosa en la mano. El Pullman se aleja, sin siquiera percatarse de tan poético acto, el anciano nuevamente se pierde, avanza lento, envuelto en sus recuerdos, se mantiene vivo, agoniza. Su historia deja de importarme. Miento. Hace años quiero saberla. Le hago un gesto amable, busco algo que rompa su des-hielo, no lo logro, y aún queda camino, no se hasta donde llegar, pero seguro ahí no está la meta. Sigo.

El pecho me arde, ya no es tan fácil respirar, nunca lo ha sido, me aprisiona el virus del miedo y su locura. Ahora es momento de divagar, ¿cuando si no? Corro mientras el día lunes me ve avanzar con mi cara de cárcel, a la vez sueño, despierto, le giño el ojo a una que otra planta, las saboreo, ¿Vale la pena tanto cuestionamiento?, le pregunto a su sabía. Nunca obtengo un no como respuesta, al menos de las flores, rezo por que no acaben sus colores, me impregno en el aroma, sudoroso sigo corriendo.

Quiero viajar a New York, tener una oficina en The Soho, comprar una camisa en Prada, e invitar a cenar, a alguna soltera que le gusten los zapatos caros. Quiero escribir cine, robar imágenes and the city. Conversaciones y arrugas, piernas cruzadas como pistolas de mexicano, chile picante para sazonarlas. Cierro los ojos y ahora corro solo por la quinta avenida, me siento como David Aames, peor aún. Se el final de la película, y me quedo aún más solo, menos libre, más atormentado, con menos amor, con más deseos, con menos ella, con más nada, al cuadrado, que poco a poco se esta convirtiendo en un maldito triángulo.

Vuelvo a Chile cansando, pero se que debo seguir, se que si me detengo, el esfuerzo será mayor si quiero continuar y llegar hacia algo concreto. El desgaste siempre juega malas pasadas es como el Judas del cuerpo, pero así debe ser, él solo cumple su labor que esta dentro de un ciclo perfecto. Llevo las espalda mojada como los inmigrantes, quizá eso hago, quizá eso quiero. Es seguro que no quiero estar aquí, por eso avanzo, por eso me acelero.

Hace frío, como debe ser en junio, y mis pulmones sienten la recarga de aire azul y el gris del humo, se vuelven acuarela. El pecho sigue apretado, y no parece ser por este frío que soporto, se que hay algo más, algo oculto, que no quiero encontrar. Se me asoma un nombre, y lo disfrazo, lo achico, pero se que lo amo. ¿Es por esto que corro? En el fondo se que así es, tengo claro que “Maktub”, que estaba escrito, ahora quiero llorar, no lo soporto, hace 6 años que ya no lo soporto, y corro con músculos que han crecido entre furia de amor, que se han hecho a las fuerzas para llegar con su potencia hasta donde este ella.

De un salto largo y profundo como mi pena, llego a la calle libertad (que irónica es esta vida) Hay poco trafico, solo de autos, pues unas calles hacia arriba, chicas de voz ruda juegan a vender besos, trafican su amor por unas horas, ellas también corren pero en otros versos. Ahora quiero vomitar, hasta acá llega mi camino, y la meta que nunca encuentro me vuelve a abofetear como hace 6 años atrás, cuando me dio las zapatillas del desprecio.